Adaptación de la novela homónima de Martin Amis e inspirada en hechos de la vida real, La Zona de Interés lidera los largometrajes extranjeros que han aspirado convertirse en la Mejor Película de 2024, con una historia terrorífica, narrada con sutil simpleza, en que el comandante nazi Rudolf Höss (Christian Friedel) y su esposa Hedwig (Sandra Hüller) viven con absoluta tranquilidad, procurando el bienestar de su familia, pese a encontrarse al lado del infame campo de concentración de Auschwitz, recordado como el mayor centro de exterminio de la historia moderna.
La Zona de Interés se estrenó en el 76º Festival de Cannes y fue aclamado por la crítica, llevándose el Gran Premio del Jurado y fue nombrada una de las 5 mejores películas internacionales (Reino Unido/Polonia/Alemania) de 2023. La película también ganó tres premios BAFTA y recibió nominaciones a cinco premios de la Academia 2024 entre ellas: Mejor Película, Mejor Película Extranjera, Mejor Director, Mejor Guion Adaptado y Mejor Sonido; tres a los Globos de Oro y el Critics Choice Award a Mejor Película Internacional.
El regreso de Jonathan Glazer a la silla de director, tras una pausa de 10 años, ha dado como resultado una película tan audaz como escalofriante. La Zona de Interés es un drama histórico que se atreve a explorar uno de los capítulos más oscuros de la humanidad, el Holocausto, pero desde una perspectiva alemana inquietantemente íntima, pues radica en su enfoque en la vida doméstica de la familia Höss, junto a los horrores que se desarrollan al otro lado del muro. Este contraste es un recordatorio permanente de la inhumanidad que se esconde bajo el tapete de la normalidad, lo que hace de este filme, una experiencia incómoda y no apta para espectadores que busquen entretenerse o conmoverse.
La pareja Höss, a quienes conocemos durante 1 hora y 30 minutos, se esfuerzan por aparentar una vida de ensueño para sus 5 hijos en una casa que han construido junto al campo de concentración de Auschwitz (dirigido por Rudolph), lo que en los años 40s se conocía como «zonas de interés», siendo únicamente el diseño de sonido, el vehículo que juega un crucial rol para la narración, ya que tal y como lo ha definido el director Glazer: «lo que ocurre al otro lado de los muros, es la verdadera película».
El filme no muestra ninguna escena violenta explícita, pues nunca vemos Auschwitz desde adentro. Sin embargo, el público sí puede escuchar todo el horror: entre disparos, fuego, maquinarias industriales, gritos escalofriantes, perros ladrando, golpes, súplicas y toda clase de torturas. Al diseñador de sonido Johnnie Burn se le encomendó la tarea de convertirse en un experto de los sonidos que habrían emanado del campo en 1943, año en que se ambienta la historia.
Lo que visualmente atestiguamos como audiencia, es a Rudolf y Hedwig viviendo con tranquilidad: la familia almorzando; los niños estudiando y jugando en la piscina; la esposa plantando flores y recibiendo amistades; el padre leyendo cuentos a sus hijos antes de ir a dormir e inclusive, permitiéndose organizar grandes fiestas y días de campo en las proximidades de este paisaje rural. Todo esto, mientras se eleva el humo de los hornos crematorios a lo lejos y el público es testigo auditivo de las muertes.
Los aspectos técnicos merecen mención honorífica, desde la banda sonora de la joven compositora británica Mica Levi y el diseño de sonido que aumentan el impacto, para crear una atmósfera inquietante que perdura desde la primera toma con una pantalla fundida a negro que permanece estática por más de 3 minutos; lo que también se repite en otras escenas, con la pantalla en blanco y rojo, hasta la escena final y cuando empiezan a correr los créditos, acompañados de un soundtrack clásico de terror.
Y es que, el director utilizó en múltiples momentos el simbolismo de los colores negro, blanco y rojo para resaltar emociones vinculadas al horror y dolor. Estas emociones solo se muestran sentidas en pantalla, por uno de los personajes, la madre de Hedwig, Linna (Imogen Kogge), quien huye horrorizada de la propiedad luego de ser invitada por su hija a vivir un tiempo allí. Sin embargo, la película no es explícita al respecto, pues la intención final del director es exclusivamente que el público comprenda la perspectiva de los nazis, en lugar de empatizar con las víctimas, un efecto ya logrado en historias antes narradas en el cine y la literatura.
Adicionalmente, cabe mencionar que la producción fue una experiencia única para el elenco, pues los actores vivieron durante seis meses en la casa real de los Höss en Polonia, lo que han calificado como una experiencia incómoda, dado el contexto. Este enfoque inmersivo de la filmación permitió a los actores encarnar plenamente a sus personajes y comprender la inquietante realidad.
La película, por decisión del mismo Jonathan Glazer, fue rodada como un reality show, con cámaras escondidas por toda la casa Höss, mientras el equipo supervisó todo desde otra locación, creando una experiencia claustrofóbica para los actores, quienes desconocían exactamente dónde se habían instalado. Esta técnica de filmación que, adicionalmente, dejó de lado la luz artificial y operó únicamente con luz día, reforzó el malestar que tanto el cast como los espectadores sentimos.
Paralelo a la narrativa principal, pero no menos importante, la película sí se permite dejar pequeñas señales de esperanza, pues cuenta sutilmente la historia de Aleksandra Bystroń-Kołodziejczyk, una niña polaca, vecina de los Höss, que deja manzanas todas las noches para los judíos, siempre de forma oculta. La decisión que tomó el director ante la inclusión de este personaje, se dio tras conocer a la verdadera mujer de 90 años que lo hizo en esa época, optando por rodar sus escenas en formato negativo, lo que no resultó ser demasiado claro para el público, pues su propósito fue precisamente añadir una capa de complejidad a la película, recordándonos que la bondad del espíritu humano debe ser expresada de forma secreta, durante los tiempos más oscuros. La actriz que interpretó a Aleksandra vistió la ropa real y tocó el piano que perteneció a la verdadera heroína de esta historia, quien falleció poco tiempo después de conocer a Glazer.
A pesar del sinnúmero de elogios recibidos en el mundo entero, al punto de desplazar a la gran favorita del 2024 La Sociedad la Nieve, el filme no es un largometraje fácil de evaluar, pues obliga a los espectadores a afrontar las atrocidades del Holocausto desde una perspectiva inmensamente cercana, pues no resulta distante al día a día de una familia de clase media en cualquier parte del mundo, pero abordada desde el complejo concepto filosófico de la «banalidad del mal».
La Zona de Interés sirve como un claro recordatorio de que los horrores pueden alcanzarnos a todos, pero que la vida continúa bajo una superficie de normalidad, siendo inevitable para quienes apreciamos el cine experimental, expandir la reflexión y cuestionarnos si:
¿Es posible una vida «normal», en un entorno cargado de violencia e inhumanidad?
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