La aclamada primera película de la directora escocesa Charlotte Wells ha logrado aquello que busca hacer todo cineasta ambicioso: romper las reglas, especialmente aquella tan absurda en la que se define al cine como un medio para «comunicar». Aftersun no pretende ser más que una expresión artística reflexiva sobre unas efímeras vacaciones en Turquía entre un padre y su hija, capturadas en una vieja cámara de video, donde atestiguamos cómo el hombre lucha por identificarse como papá y la niña no logra ver el dolor detrás de los ojos de él.
Pese a que el argumento luce simple, Aftersun es quizá el drama más complejo y emotivo de la temporada de premios 2023, en que el filme fue condecorado como el Mejor del Año (2022) por el British Film Institute (BFI), el protagonista Paul Mescal fue nominado a Mejor Actor en los Oscar, BAFTAs, Critics Choice Awards y Golden Globes, y la directora Charlotte Wells se llevó a casa el BAFTA a Mejor Directora Debutante. Las vacaciones de los dos protagonistas son vistas en retrospectiva por una versión adulta de Sophie (Frankie Corio), quien con el paso de los años todavía se debate por conocer a profundidad a su joven padre, Calum (Mescal) y tratar de entenderlo. Por lo tanto, el filme nos sitúa en la búsqueda de pistas desde el principio; estas señales se van entregando de vez en cuando, pero con calmada sutileza que exige al espectador mantenerse atento hasta del más, aparentemente insignificante, símbolo.
Calum está a punto de cumplir 31 años. De vez en cuando hace tai chi y meditación, pero cuando su hija duerme no pierde la oportunidad para fumar, pese a haberle aconsejado a ella sobre lo dañino de este hábito. Es un padre cariñoso, dispuesto a acercarse a su hija mientras trabaja en sí mismo y en sus frustraciones personales, las cuales únicamente podemos atestiguar detrás de una sonrisa nostálgica tras la que disimula su llanto y aislamiento en momentos en los que Sophie se encuentra distraída por las diversiones del viaje; ella transmite a la perfección la indiferencia de una preadolescente junto con la capacidad incondicional de amar de una niña inocente.
Sophie y Calum tienen una relación cercana, y esto lo atestiguamos casi en toda la película mediante interacciones en un modesto hotel frente al mar, el cual fue la opción más económica que Calum pudo encontrar, pero aún así cuenta con una piscina, un salón de juegos y hasta instructores de buceo. En el sitio, surgen varias interacciones espontáneas entre ambos con otros turistas británicos que también han viajado a las playas turcas para vacacionar.
Padre e hija se comunican por teléfono con la madre de Sophie en Escocia. Al parecer, ella sería la cuidadora principal y lleva una buena relación con su ex esposo Calum, pero parecería estar atravesando un momento difícil con la niña, quien durante este viaje comienza a auto descubrirse y definirse como mujer, interesada por el amor y por atestiguar desde lejos las experiencias sentimentales de varios de los jóvenes que los acompañan en la travesía.
La cámara de video de los años 90s que registra pequeños momentos grabados con un estilo casero como hilo conductor de la película funciona como una de las características más distintivas en una historia que combina los recuerdos de la niñez con la pérdida de la inocencia. Calum y Sophie se turnan con la filmadora para encenderla, y son las perspectivas de lo que allí se ha registrado aquello que servirá al espectador para comprender globalmente el significado de la devastadora conclusión que la directora Wells se guarda para los minutos finales de la cinta.
Mientras Sophie se divierte y no se censura al mostrar su algarabía e incluso organizar que los demás turistas le canten a su padre el «feliz cumpleaños» en un sitio público, Calum a menudo está distraído y desenfocado, lo que los planos registran bastante bien, pues en sus escenas en solitario lo vemos de espaldas, frente a espejos o con su rostro siendo mostrado bajo el agua al nadar, lo que enfatiza en la depresión del personaje y cómo estas son las memorias de Sophie y que, como todos los recuerdos, están incompletos, como un destello de luces o un rompecabezas que se quedó inconcluso y con el paso del tiempo es casi imposible de rearmar.
¿Es Calum más claro para su hija en la imaginación que en sus recuerdos? Esta es otra experiencia que habremos de saber apreciar desde sencillas y convincentes escenas como una foto Polaroid en que padre e hija son retratados mientras cenan; a medida que la imagen borrosa se vuelve más nítida frente a nuestros ojos y los dos continúan hablando fuera del plano, está claro que esa imagen tendrá una gran importancia en los años próximos.
A pesar de los simbolismos y elementos implícitos, la narrativa es ágil e inmersiva, con la presencia de las dudas existenciales como motor. «Cuando tenías 11 años, ¿qué pensabas que estarías haciendo cuando tuvieras 31?», pregunta en una escena Sophie a su padre mientras tiene su cámara encendida; una interrogante aparentemente sencilla hasta que vemos a Calum pedir a su hija que no lo grabe y al responderle en privado, profundizamos en su sufrimiento asociado a nuestros propios recuerdos de la infancia que hoy se entremezclan entre la realidad y la ficción, salvo por las peores, duras y más vergonzosas etapas que pueden perdurar y permanecer claras en la mente hasta el fin de nuestros días.
Con un final que revela la perspectiva clave de todo lo que ha sucedido antes, más una toma panorámica lenta por un apartamento en el que habita la Sophie del futuro y que arroja pistas sobre todo lo que ocurrió después de ese aparentemente feliz viaje a Turquía, la película expresa de manera no lineal, todo lo que no es vagamente accesible con el paso de los años. Como espectadores, se nos exige que entendamos que el tiempo pasó y sigue pasando, sin caer en técnicas comunes como flashbacks, voces en off o flashforwards. Simplemente nos sumergimos a viajar en el tiempo y tratar de apreciar más que entender.
Aftersun es la ópera prima de Charlotte Wells, quien a los 35 años, no arrancó su carrera cinematográfica con una propuesta fácil o trivial pese al presupuesto limitado. La directora ya ha recibido importantes reconocimientos y grandes elogios por su estilo atrevido y «perfectamente desordenado», con un Paul Mescal que se llevaría el Oscar si no hubiese tenido tanta buena competencia junto a él y una Frankie Corio que aumenta las expectativas en todo el derroche de talento que las nuevas generaciones tienen que ofrecer al mundo, en tiempos en los que más se toma en cuenta al bullicio del espectáculo.
¿Es Aftersun una conversación interna con nuestros recuerdos más nostálgicos?
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