El anuncio de una continuación de la serie Sexo en la Ciudad, 18 años después de su emisión final por HBO y 12 tras el estreno de su última película, produce una sensación extraña. Es como asistir a una reunión de la escuela primaria; la curiosidad es inevitable, pero también se presenta cierta incomodidad y temor al reencontrarse con rostros que en algún momento fueron inmensamente cercanos. ¿Cómo ha afectado el tiempo a Carrie Bradshaw y sus amigas? ¿Puede una historia que se esforzó tanto por retratar la independencia femenina, funcionar en un ambiente de dominancia absoluta de las redes sociales?
A finales de los años noventa, la adaptación para televisión de la novela de Candace Bushnell, Sexo en la Ciudad se convirtió en un éxito descomunal al representar a las mujeres treintañeras, liberadas de los tabúes del sexo y las relaciones sentimentales; cuestionándose su rol en la sociedad y empoderándose en un mundo competitivo. Es así como conocimos a la narradora y protagonista de la serie, la escritora Carrie Bradshaw y sus amigas, la relacionista pública Samantha Jones (Kim Cattrall), la abogada Miranda Hobbes (Cynthia Nixon) y la curadora de arte, Charlotte York (Kristin Davis), quienes vivían con ansias de comerse al mundo en una aspiracional ciudad de Nueva York, rodeadas de moda, restaurantes, fiestas y bares; se vestían de tacones altos y disfrutaban a plenitud de los romances y su sexualidad, dejando siempre en un altísimo sitial a la amistad entre mujeres.
Alerta de spoiler: solo para quienes vieron Sexo en la Ciudad y sus dos películas
Los espectadores de la serie original, así como aquellos que esporádicamente vieron la historia de estas icónicas damas, quizás criticaron algunas visiones del mundo mostradas en la ficción, pero lo que en este momento se visualiza es un rechazo radical a lo que consolidó el éxito de esta tragicomedia, al punto de llevar la historia al abordaje de banalidades: es más, la serie comienza con la noticia de que la cuenta de Instagram de Carrie es un éxito a partir de que forma parte de un podcast; Charlotte sigue felizmente casada y busca ocultar la vejez tanto como puede mientras trata de entender las complejidades de criar a dos niñas adolescentes y una Miranda, ahora de cabello totalmente blanco, también sigue casada y debe lidiar con la sordera de su aburrido esposo y los descuidos de su promiscuo hijo adolescente con una novia impertinente, mientras acaba de renunciar a su trabajo en un estudio jurídico corporativo, por una maestría en Derechos Humanos, decidiendo “no ser más parte del problema.” El escritor principal de la serie Michael Patrick King ha explicado directamente lo que ha sucedido:
No podemos simplemente seguir siendo siempre quienes éramos. Hoy, tenemos temas más importantes en el mundo.”
Y es precisamente allí, cuando se desencadenan los problemas. Sexo en la Ciudad destacó por la autenticidad, franqueza y libertad de féminas independientes que se permiten cuestionar los saberes tradicionales de la sociedad, pero lo que vemos ahora es, a un trío de mujeres que con más de 50 años se confiesan inseguras, ansiosas y desesperadas dentro de un mundo de inclusión y diversidad que parecerían no entender.
El arranque fue impactante y emocionalmente duro: Carrie y su esposo Big (Chris Noth) tras haber superado la pandemia por Covid-19, se encuentran felices, lo que podemos ver en escenas que son un absoluto encanto; ambos cariñosos, comprensivos y compartiendo juntos en el lujoso departamento que ocupan; hasta una tierna y divertida escena de sexo, recupera por momentos la esencia de los viejos tiempos.
El giro dramático principal se intuye cuando Carrie, a punto de salir rumbo a un recital de piano, observa a Big fumando su “cigarro semanal”; este le informa que posteriormente realizará su entrenamiento en bicicleta eléctrica. Ella le pregunta si nota algo especial, y él fácilmente reconoce que está usando sus Manolo Blahniks de color azul, los zapatos que calzó el día de su boda. Tras intercambiar piropos y un cálido “Solo te estoy mirando” por parte de Big, parecería no existir conflicto, aunque desde la audiencia sabemos que algo malo se acerca.
Carrie acude a su evento y vemos a Big entrenando hasta que se derrumba de dolor; trata de llamar por teléfono e involuntariamente abre la ducha. Acto seguido, nuestra protagonista está de regreso en el departamento y encuentra a su esposo derrumbado en el suelo, aún con vida, pero consciente de que este es el final. No hay salvación; solo logra mirarla a los ojos y pacíficamente muere. Debo confesar que, aunque la escena ha sido muy impopular por la pérdida de este querido personaje, para mí fue tan desgarradora como de una intensidad inefable. ¡Excelencia máxima!
Otro acierto destacado fue cómo los escritores pudieron lidiar con la anticipada ausencia de Samantha Jones. Los fanáticos de la serie lamentaron que este relanzamiento se haya llevado a cabo, pese a la negativa de la actriz británica Kim Cattrall para volver a interpretar el papel. Sin embargo, Samantha está tácitamente presente; se habla sobre ella e incluso su espíritu detallista y jovial se mantiene intacto. And just like that… justifica su distanciamiento producto de un desencuentro que tuvo con Carrie, lo que la alejó también del resto de sus amigas. Ahora radicada en Londres, al enterarse de la muerte de Big, envía un arreglo floral para el funeral de este y a raíz de ello, empieza a intercambiar mensajes de texto graciosos con Carrie, dejándose la puerta abierta a una aparición especial en el futuro; aunque es muy improbable que esto ocurra, vale destacar que el honor del personaje se conserva.
Ya quedó claro que And just like that… no se trata sobre Big y Carrie siendo felices por siempre; es más, tras ese serio y oscuro arranque, se aspiraba ver a Bradshaw enfrentando la vida de forma diferente, pero contrario a eso la serie evolucionó a mostrar el poder de la era 2.0 presentando a un cuarteto de nuevos personajes que ganan muchísimo tiempo en pantalla, pero sin que su rol represente significativa importancia; allí conocemos a Che Díaz (Sara Ramírez), una comediante no binaria de raíces mexicanas y actual jefa de Carrie; Nya Wallace (Karen Pittman), abogada y profesora de Miranda en su maestría, de raza negra e informal para vestirse; Seema Patel (Sarita Choudhury), la agente de bienes raíces de Carrie, de origen hindú y Lisa Todd (Nicole Ari Parker), también de raza negra e integrante del consejo de madres de familia del colegio privado al que asisten las hijas de Charlotte y con quien establece una estrecha amistad.
No está mal que la historia quiera expandirse y por ello incorporar, desde la inclusión, a nuevas figuras. Sin embargo, el que a cada rato se nos esté repitiendo en pantalla términos como “no binario” y las narrativas se vean definidas por mención directa a nacionalidades, preferencias sexuales, razas e incluso los pronombres con que se identifican ciertos personajes secundarios es donde se manifiesta una forzada censura que las protagonistas se autoimponen en este nuevo mundo en el que deben aprender a “sobrevivir”, dejando atrás la sinceridad que las caracterizaba en cada diálogo.
Vemos escenas tan innecesarias que buscan reforzar una extrema incomodidad entre las protagonistas cada vez que interactúan con cualquier persona de esta era; es más la hija de Charlotte, Rose (Alexa Swinton) a sus 12 años también se identifica como no binaria y exige, desde TikTok que sus amigos, empiecen a llamarla “Rock.”
La serie original, aunque se desempeñaba en un entorno elitista, destacaba por enfrentar al mundo de adentro hacia afuera y lo logró, permitiendo que el drama y la comedia surjan de manera orgánica y sin que se perciba el esfuerzo de los guionistas. Es eso de lo que esta continuación carece, y lo reemplaza por un sinnúmero de “enseñanzas” narradas por Carrie sobre el “despertar de las mujeres maduras” aunque el trío protagónico, en realidad, siempre se muestra desconcertado e infeliz y no deja de repetirnos que del envejecimiento solo se puede obtener fracasos, confusión y angustia.
Paralelamente con Emily in Paris (otra creación de Darren Starr, una historia que retrata equivocadamente a la inmigración por razones laborales y cuenta con una protagonista tóxicamente cursi), And just like that… coincide de forma positiva con esa serie en que es un deleite visual, pero que flaquea de manera estrepitosa al tratar de argumentar la realidad de mujeres que se acercan a los 60 años de edad, a quienes los guionistas atrapan en un mundo de superficialidades que las obligan a encontrar la redención, únicamente “preocupándose” por la diversidad; las vemos frágiles, forzadas y derrotadas. Es cierto que, a los 55 años muchas personas ya no tienen tanta confianza en sí mismas ni atraen romances en cada esquina como en la era dorada de Sexo en la Ciudad, pero la dimensión de los “problemas” que viven impide siquiera justificar porqué se encuentran en un permanente estado de insatisfacción.
Lo que más se refuerza, en la mente de los fans de Sex and the City, es que And just like that… no fue hecha para nosotros; la vimos por hábito antes que, por entusiasmo o entretenimiento, pues se debió hacer un alto en el mejor momento, más no cuando las ideas se han acabado.
¿Crees que And just like that debió conservar la esencia de Sexo en la Ciudad?
Temporadas: 1
Creador: Darren Starr
Duración por capítulo: 38 – 45 minutos
Transmisión: HBO Max
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