Ellas Hablan: un conflictivo escape del abuso

Mario Xavier

21 de marzo de 2023

El regreso de la cineasta Sarah Polley después de una década de ausencia, no ha pasado desapercibido gracias a Ellas Hablan. El filme compitió para convertirse en la Mejor Película del 2023 y ganó el Oscar a Mejor Guion Adaptado, galardón que también obtuvo en los Critics Choice Awards. Basada en la novela homónima de Miriam Toews e inspirada en una tragedia real que tuvo lugar en una comunidad menonita de Old Colony en Bolivia entre 2005 y 2009, relata las vidas de un grupo de mujeres y niñas aisladas del exterior, quienes despiertan cubiertas de moretones, sangre y todo tipo de fluidos, mientras los hombres de la comunidad les hacen creer que están siendo castigadas por el demonio. Más tarde, se conoce que se está utilizando tranquilizantes de animales para drogar a las mujeres y violarlas mientras duermen.

Como su título lo indica: la película goza de simplicidad, pero con un nivel de profundidad emocional enorme, en que la mayor parte se desarrolla en un pajar pequeño ocupado por las mujeres de la colonia menonita, cuyas vidas han sido definidas de manera exclusiva por todo aquello que les exige su secta: criar hijos, prestar atención a las escrituras bíblicas (paradójicamente ninguna sabe leer) y atender servicialmente a los hombres. Luego de que uno de los líderes de la comunidad es capturado y la realidad de las atrocidades que estas mujeres viven sale a la luz, la policía les otorga un período de 24 horas a solas para tomar una decisión: no hacer nada y perdonar a sus agresores (ganándose de esta forma, un lugar privilegiado en el cielo), quedarse y luchar desde adentro o irse para siempre.

La sencillez de la película radica en que se explota al máximo a sus personajes principales en conversación: Ona (Rooney Mara), Mariche (Jessie Buckley), Salomé (Claire Foy) y Mejal (Michelle McLeod) son las mujeres en quienes más nos concentramos prácticamente en toda la hora y cuarenta minutos del filme, cada una con personalidades muy definidas.  

Salomé, la única de personalidad iracunda, cuya ira es el resultado de años de abuso que ahora al fin puede identificar y le permiten plantearse un futuro junto a su pequeña hija. Sin embargo, Ona, Mariche y Mejal no están decididas a renunciar a todo aquello que las ha rodeado durante muchos años, lo que da paso a una extensa discusión sobre los deberes, derechos y el consentimiento. 

Cuestiones prácticas se exponen a la luz mediante el diálogo. «Estaremos muertas y seguirán hablando» se menciona en una sutil escena del filme; a pesar del tema traumático que se aborda, no existe ninguna escena gráfica del abuso, únicamente lo percibimos a través de los moretones y la sangre, concentrándose en la supervivencia y las decisiones.

La religión es altamente cuestionada cuando la mayoría de las mujeres están preocupadas ante la posibilidad de ser perdonadas (por Dios y por sus captores) y aceptadas de regreso, si optan por irse. También deben lidiar con que varios de los ancianos, quienes se presentan como representantes de Cristo en la Tierra, también forman parte de sus abusadores. A pesar de todo, la cinta destaca positivamente cómo la religión también tiene el poder de unir a las personas en oración, en los momentos de adversidad y dispersión. 

Los niños juegan un papel central, como el legado a proteger y la más grande preocupación de las mujeres protagonistas. Autje (Kate Hallett), hija de Mariche, es la narradora de la película, un rol que comparte con el único personaje masculino al que vemos en pantalla, August (Ben Whishaw), el maestro de los niños de la comunidad, quien es convocado para tomar las actas de la reunión de mujeres y transcribir la resolución final puesto que nadie allí sabe escribir; la historia íntima de August aporta con una humanidad necesaria y esperanzadora ante la imagen de los hombres, puesto que también proviene de un entorno de abuso, aunque es Autje quien recuerda a los espectadores para quién está dirigida la película. Ella se dirige al hijo por nacer de Ona, producto de una violación con una frase que se convierte en sentencia y vaticinio para toda la historia: «Tuvimos 24 horas para decidir en qué tipo de mundo nacerías».

A pesar de la nostalgia y situación de adversidad, la conversación es animada e inteligente, y la dirección de Sarah Polley se desarrolla como una obra de teatro ambientada en campos de maíz, con pequeños elementos que son una señal de modernidad y el claro indicio de que todo lo que estamos viendo ocurre en pleno siglo XXI. La cinta tampoco es ajena a momentos cómicos, especialmente protagonizados por los miembros más jóvenes del grupo, quienes muestran la sencillez de la amistad femenina. 

La intensidad de la discusión plantea la profundidad conflictiva del escape del abuso, especialmente cuando hoy se cuestiona la «tardanza» de muchas mujeres maltratadas para denunciar a sus abusadores, de quienes han dependido emocional y económicamente. En este caso, la trama es una apología total a la salvación, cuando existe poco tiempo para responder a una situación que es demasiado terrible para ser comprendida o analizada del todo.

Seguir a este grupo de talentosas actrices mientras hablan es envolvente dramáticamente, pues cualquiera que sea la solución que encuentren, ellas tratarán de que esta honre su fe religiosa y a su vez, pueda romper con la desigualdad de poder en que se han desarrollado sus vidas, privadas inclusive de la escolaridad. En un mundo que se percibe cada día más violento e incivilizado, ver a un grupo de mujeres desesperadas lidiar con un problema como este y encontrar una luz de esperanza, es una historia que vale la pena apreciar y cuya valía, con una estatuilla y una merecida nominación, la Academia ya premió. 

¿Crees que Ellas Hablan es una concientizadora sobre el abuso a la mujer?

Mario Xavier

Editor y redactor en Colapso Views. Comunicador social con experiencia en medios impresos, agencias de publicidad digital, asesoría política y docencia universitaria.
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