El escritor alemán Erich Maria Remarque publicó «Sin novedad en el frente» en 1929, obra que se convirtió en un exitoso bestseller que pretendía contar una historia sobre la I Guerra Mundial desde la perspectiva de un soldado traumatizado. En 2023, el cineasta Edward Berger enmarca dicha historia desde una visión completamente alemana, alejándose del manejo de la culpa y concentrándose en el enorme costo que la guerra tuvo para ese país, siempre juzgado como artífice de la violencia. El precio a pagar fue la vida de millones de jóvenes soldados, convertidos en máquinas de matar, durante un conflicto del frente occidental, estático y que jamás tuvo un propósito completamente definido.
Los Oscar han favorecido por muchos años a las películas de guerra, otorgando 16 galardones a Mejor Película a filmes que a menudo discuten la brutalidad del hombre, pero desde dos únicas perspectivas: las historias románticas y el viaje del héroe que, satisfactoriamente triunfa o cuyo sacrificio es reconocido y exaltado por su patria. Ahora, compite por el premio de la Academia en las categorías a Mejor Película, Mejor Guion Adaptado, Mejor Cinematografía, Mejor Película Extranjera, Mejor Diseño de Producción, Mejores Efectos Visuales, Mejor Maquillaje y Peinado, Mejor Banda Sonora Original y Mejor Sonido un filme incómodo y trágico que, tiene de todo, menos una «romantización» de los conflictos bélicos internacionales, peor aún un desenlace optimista y esperanzador que refuerce los ideales patrióticos o nacionalistas de los espectadores.
El principal conflicto de Sin novedad en el frente se centra en la guerra observada desde el sacrificio de las vidas de adolescentes que son adoctrinados como «carne de cañón», con un único destino inmediato: la muerte. El director no se censura al mostrar desde los primeros minutos del filme, miles de cuerpos para representar la brutalidad de una guerra estática en la que apenas existía una disputa por ínfimas cantidades de territorio. También se utilizan planos generales y secuencias para seguir al protagonista mientras se desplaza a través de las trincheras, al puro estilo de 1917 (2019), la gran joya cinematográfica del británico Sam Mendes.
Si bien los personajes son ficticios, la historia real toma forma cuando visualizamos cuán efectivo resulta el adoctrinamiento de los jóvenes soldados que son instruidos en albergar ideales nacionalistas que justifiquen la lucha, sin importar si mueren trágicamente en el intento. Al comienzo de la película, un soldado llamado Heinrich (Jakob Schmidt) es acribillado en las trincheras, y en un proceso indolente, frío y muy «industrial», su uniforme es limpiado y reparado para volver a usarse, terminando en las manos del joven Paul Bäumer (Felix Kammerer), el gran protagonista de la historia. Kammerer es un joven actor austríaco sin experiencia previa en cine o televisión, que ofrece una brillante actuación que se ha quedado fuera de las nominaciones; para prepararse, tuvo que correr 10 kilómetros diarios con un chaleco con peso, para simular la experiencia real de los soldados en el campo de batalla.
Paul, a pesar de ser un joven inseguro y asustado, se motiva pensando que representa a la «juventud alemana de hierro» que marchará hacia la conquista de París «en pocas semanas.» Su instructor es quien le ha inculcado a él y a cientos de otros adolescentes la idea de conseguir «gloria para la patria.» Sin embargo, cuando él y sus amigos Albert Kropp (Aaron Hilmer), Franz Müller (Moritz Klaus) y Ludwig Behm (Adrian Grünewald) llegan a La Malmaison en el norte de Francia, se enfrentan inmediatamente con la dura realidad.
En el primer bombardeo sorpresa aparecen cuerpos amontonados, todos cubiertos de tierra e irreconocibles, entre los que pierden la vida varios de los amigos cercanos de Paul. La sangre salpica la pantalla cuando la gente es alcanzada por granadas, es herida o se apuñalan con los adversarios para ganar territorio. «Me lo imaginé de manera diferente», llora un Ludwig decepcionado, poco antes de ser asesinado.
En las trincheras, los sobrevivientes se hacen amigos de otros soldados: Tjaden (Edin Hasanović) y Kat (Albrecht Schuch), un veterano experimentado que se convierte en un referente a seguir para Paul. A medida que avanzan por la zona de guerra desierta y a menudo devastada de Francia, mientras los soldados siguen muriendo ante el mínimo ataque, la historia comienza a concentrarse menos en la falsa propaganda positiva del conflicto bélico y evoluciona a atesorar pequeños momentos personales entre los soldados que, por instantes, empiezan a valorar la vida sin ningún idealismo de sacrificio, pues ya logran reconocer el costo de los falsos ideales de orgullo nacional.
La película trata de encontrar un «respiro» en cortas escenas que muestran las negociaciones históricas de tregua entre las delegaciones francesas y alemanas en escenarios de enorme opulencia, a los que los políticos acuden para discutir las condiciones del conflicto. El actor español Daniel Brühl interpreta al ministro de Finanzas alemán Matthias Erzberger, quien tiene únicamente 72 horas para negociar el término de la guerra con una firma. Por otro lado, hay hombres como el general Friedrich (Devid Striesow) que han abanderado una actitud nacionalista que busca alargar el conflicto y no descansar hasta reclamar una victoria, sin importar el sacrificio humano.
La historia alcanza su clímax una vez que se ha logrado la firma de la paz, cuando un general alemán enfurecido declara a sus tropas que aún tienen tiempo para una última batalla que salve el honor del país antes de las 11 de la mañana, hora en que el acuerdo se hará efectivo. Paul será parte de este conflicto hasta el final, pues es el soldado al que la narración sigue de cerca como símbolo de la inocencia arruinada. Su franqueza es mostrada con el rostro casi siempre cubierto con una máscara de sangre y lodo, quedando abandonado en diversos escenarios mientras va perdiendo a las personas con las que empieza a generar vínculos afectivos; tan duros y desgarradores son sus sentimientos de desilusión que hasta el final de la guerra, varios jóvenes como él pierden todo rasgo de humanidad y asumen un temperamento mecánico que tan solo contempla a la muerte en combate como una inevitable forma de liberación.
El impacto de la guerra en esta película es tan trágico que no hay necesidad de profundizar en detalles políticos precisos; las imágenes, el sonido y las actuaciones evocan emociones humanas extremas, pues el horror está para ser experimentado. Así también, el director presenta una narrativa contrastada en que los líderes insensibles ansían que la lucha armada por el poder se transmita de generación en generación, mientras ellos se refugian en cómodos palacios desde los que únicamente delegan tareas y toman decisiones. La cinta concluye recordándonos cómo durante la Primera Guerra Mundial, 17 millones de soldados perdieron la vida y eso no detuvo a la maquinaria política en su implacable ruta hacia eventos aún más devastadores.
«Sin novedad en el frente» es una representación artística seria e importante que no resulta suficiente para hacer justicia y concientizar sobre su temática principal. En su calidad de película bélica, se ha convertido oficialmente en el primer gran clásico de Netflix que no pasará inadvertido ante las generaciones venideras. Todo lo demás, es historia pura.
¿Es Sin Novedad En El Frente una propuesta realista sobre la guerra que merece el Oscar o crees que es una historia repetitiva?
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