El Triángulo de la Tristeza: el poder y riqueza, derribados en la adversidad

Mario Xavier

10 de marzo de 2023

Mientras cualquier película que se promocione como «anticapitalista» no puede escapar de los argumentos predecibles: una pareja encantadora, pero desconectada; el mundo repleto de adinerados malvados; el poder cambiándolos a todos y al final, los millonarios viéndose obligados a reconocer su mal comportamiento, El Triángulo de la Tristeza logró romper con el molde al presentar una comedia absurda que aunque sí cuestiona directamente a la riqueza y los privilegios, logra que lo único que nos importe ver es cómo se sobrevive en una tragedia de vida o muerte que se produce en condiciones de total y pleno aislamiento del mundo en el que los ricos no pueden fácilmente ejercer su poder.

El filme, ganador de la Palma de Oro a Mejor Película y Mejor Director (Ruben Östlund) en el Festival de Cannes 2022 y aspirante a tres premios Oscar de la Academia por Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original se divide en tres actos. La primera parte relata la historia de Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean), una joven pareja de influencers con carreras en la industria de la moda. Con el tiempo, Yaya tiene más éxito en las redes sociales y la pareja es invitada a un crucero de lujo en el que conocen a los otros pasajeros, personas multimillonarias que han hecho fortuna en diversas industrias y negocios, no necesariamente legales.

Una vez culminada la corta introducción, la película nos lleva al segundo acto: el viaje por el mar. En esta parte, el elenco de pasajeros extraños y mimados deleitan al espectador en risas, mientras se evidencia la creciente tensión de clases sociales, especialmente las marcadas diferencias hacia los foráneos Carl y Yaya, así como con los empleados del barco que hacen todo lo posible para satisfacer los caprichos y fantasías de sus complicados pasajeros. El crucero valorado en 250 millones de dólares está a cargo de un excéntrico y alcohólico capitán estadounidense (Woody Harrelson) quien cita frecuentemente a Karl Marx, Lenin y Edward Abbey como inspiración. Sus perspectivas sobre el estado del mundo son una respuesta directa a las provocaciones del torpe pero poderoso magnate ruso Dimitry (Zlatko Buric), quien paradójicamente cita cada vez que puede, a Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Mientras que Carl reconoce que ha tenido acceso a este viaje patrocinado gracias a la fama que Yaya ha adquirido en los últimos años, ella rápidamente asume los comportamientos y extravagancias de la gente inmensamente rica, pues el ambiente del barco tiene todo el lujo que cualquier persona podría desear, pero los invitados, cuyo sentido de derecho no conoce límites, hacen las solicitudes más ridículas a quienes consideran que no se encuentran a su altura. Carl en un momento de desesperación, expone su molestia ante su novia Yaya con un  «quiero que seamos iguales», pero el que no lo son es lo único que queda absolutamente claro desde la primera parte, más aún siendo la escena inicial de la película un casting de la marca sueca H&M en que el mismo Carl participa y a uno de los modelos masculinos se le pregunta por qué quiere dedicarse a una profesión en la que a los hombres se les paga un tercio de lo que reciben las mujeres. ¡Östllund no pretende darnos un discurso sobre igualdad!

De esta forma, la película resume lo que los ricos y privilegiados han hecho al mundo en el que vivimos y cómo mucha gente que ha tenido que esforzarse y trabajar duro, espera salvar la poca decencia que aún queda, aunque inevitablemente termine inmersa en el poder del sistema dominante. Sin embargo, en el tercer acto se invierte radicalmente la situación y lleva a esta historia aparentemente plana a la tragedia de un naufragio, en el que todo está perdido y solo un puñado de personas del barco sobrevive en una isla desolada.

A partir de ahora los sobrevivientes ricos están totalmente fuera de control, siendo Abigail (Dolly de Leon), una de las empleadas de limpieza latinoamericanas en el crucero, la única persona entre los varados que posee habilidades de supervivencia como pescar, cazar, construir refugios, cocinar y hasta prender fuego prácticamente de la nada, quien procede a tomar el control de los escasos recursos a su disposición que ella misma va encontrando y que van llegando a la isla desde el hundido barco, tales como un bote salvavidas hasta un paquete de pretzels.

Todo lo que Abigail puede hacer es ajeno a Carl, Yaya, Dimitry, Therese (Iris Berben), Jarmo (Henrik Dorsin), un diseñador aplicaciones; Nelson (Jean-Christophe Folly), un chico negro que trabajaba en la sala de máquinas del barco y la jefa de todos los empleados Paula (Vicki Berlin), quien en la isla ha perdido su autoridad y ahora pasa completamente desapercibida. Por esta razón, el nuevo gran reto de todos es tratar de satisfacer a Abigail para poder asegurar su bienestar personal y acceder a mayores privilegios, aquellos que se habían acostumbrado a tener toda su vida. Sin embargo, es Abigail la gran triunfadora de todo, y quien evoluciona de ser una mujer sumisa y bondadosa a una absoluta manipuladora que obtiene su propia cama privada y eventualmente obliga a Carl a tener sexo con ella a cambio de comida, distanciándolo de una Yaya que comienza a valorarlo en la adversidad.

El joven actor Harris Dickinson como Carl es la gran revelación de la película en una diversidad de situaciones y etapas: desde un prototipo de chico bueno e inocente que rechazaba las desigualdades, a un sobreviviente oportunista y rudimentario. Así también, el legado de El Triángulo de la Tristeza será recordado por haber sido el último trabajo de la actriz sudafricana Charlbi Dean (Yaya), quien falleció repentinamente a los 32 años, poco antes del estreno de la película, la cual fue un tributo absoluto a sus habilidades para la comedia y el drama de supervivencia.

Difícilmente El Triángulo de la Tristeza logrará alzar un premio de la Academia, pero su mayor logro ha sido convertirse en una parábola oportuna para una época de excesos. Si se está buscando una sátira desafiante en contra del poder y la gente privilegiada, esta comedia absurda es un acierto absoluto, con un Ruben Östlund que sabe bien cómo crear incomodidad y tensión entre personajes mentalmente perturbados, haciéndolos enfrentar la vida y reconocer qué es verdaderamente valioso en el mundo de hoy.

¿Qué harías si estuvieses varado en una isla con 7 personas y solo una de ellas tiene habilidades de supervivencia?

Mario Xavier

Editor y redactor en Colapso Views. Comunicador social con experiencia en medios impresos, agencias de publicidad digital, asesoría política y docencia universitaria.
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