En los últimos años hemos visto “desfilar” por Netflix a una gran cantidad de series y películas destinadas al público adolescente, pero pocas son las que vale reconocer como un aporte de destacada calidad tanto argumental como artísticamente. Una de esas sorpresivas ficciones que merecen ser exaltadas es Jóvenes Altezas, que hace varias semanas fue renovada para una segunda temporada.
La serie debutó en julio de 2021 con una tanda de 6 episodios de 50 minutos que, honestamente, no llaman la atención si el espectador solo se deja guiar por el tráiler, llegando a ser comparada erróneamente con la producción española Élite; en su lugar, la grata sorpresa que nos llevamos fue con su cercanía dramática a otro gran drama de la plataforma: The Crown, precisamente porque aborda la historia de una familia real, específicamente concentrándose en las vivencias del hijo menor del clan mientras se encuentra culminando la secundaria en un internado para millonarios.
El protagonista de la ficción es el adolescente príncipe Wilhelm (Edvin Ryding), segundo en la línea de sucesión al trono sueco, quien disfruta a plenitud de la era de las redes sociales así como de fiestas alicoradas. Una pelea dentro de una discoteca se vuelve viral y la decisión más radical que toma la familia real, para evitar escándalos posteriores, consiste en enviarlo al exclusivo instituto Hillerska, donde estará bajo la guía de su primo August (Malte Gardinger), quien aunque posee una altísima posición social, no atraviesa por una buena situación económica; aquello lo convertirá en el “villano” de esta historia, pues habrá de buscar cualquier oportunidad para aprovecharse del joven Wilhelm y obtener beneficios personales.
Al comienzo Wilhelm no desea asistir al internado, pero su visión cambia cuando hace amigos y conoce a Simon (Omar Rudberg), un joven becario latinoamericano de humilde condición socioeconómica, víctima de las burlas y el desprecio de una gran mayoría de sus compañeros, especialmente August. La sencillez de Simon y su personalidad descomplicada logran que el príncipe entienda por primera vez en su vida, las realidades de la gente común de clase trabajadora; con necesidades, preocupaciones e inclusive aficiones que van más allá de cualquier superficialidad elitista.
En este proceso de adaptación para el protagonista, emerge una perfecta combinación entre drama, conflictos personales y descubrimiento sexual; esta última parte, es el motor principal de la serie, especialmente cuando el príncipe Wilhelm y Simon se dan cuenta de que tienen fuertes sentimientos uno hacia otro, que van más allá de una amistad.
Aunque todo lo relatado hasta ahora luzca muy “telenovelesco” y hasta exagerado: un miembro de la realeza y un plebeyo juntos como pareja, la alta sociedad sueca parecería ignorar al joven príncipe hasta que una desgracia mayor le cambia la vida e impide la consolidación de su romance, pues su hermano mayor y heredero directo al trono, el príncipe Erik (Ivar Forsling) fallece en un accidente automovilístico, por lo que inmediatamente Wilhelm se convierte en el futuro rey de Suecia.
Las interpretaciones de los actores jóvenes y desconocidos son muy destacadas, especialmente para retratar los conflictos internos de cada personaje: Simon emana bondad en cada una de sus interacciones, pero también resentimiento producto de la arrogancia de sus compañeros, todos herederos de grandes fortunas; no se autocensura jamás para criticar a la realeza, aunque también comprende la soledad de sus miembros más jóvenes, reflejada en su novio Wilhelm, quien aunque vive a plenitud el romance, también se enfrenta a grandes preocupaciones cuando tendrá que verse forzado a mantener públicamente las apariencias ante las expectativas de la monarquía de su país.
Lo que más llama la atención de esta serie y la diferencia de muchos otros intentos fallidos en su género es la minuciosidad y atención a los pequeños detalles desde la dirección: cada objeto utilizado es simbólico; los actores sí parecen adolescentes, algo que vemos reflejado en su físico, pues sus rostros con acné e imperfecciones en lugar de cuerpos, cabellos y dientes perfectos, otorgan un efecto de realismo único. También cabe destacar que, la serie muestra ampliamente costumbres y festividades de gran importancia para la cultura sueca –por ahora, en los meses de invierno-; la más destacada y aprovechada es el Día de Santa Lucía en el capítulo 5, quizás el de mayor tensión y dramatismo en toda la ficción.
Pese a que varios televidentes insistirán en que esta es una historia sobre la homofobia y el daño que hace a la sociedad, Jóvenes Altezas es, en realidad, una crítica dura a las tradiciones de la clase alta, específicamente en países que pese a los avances de los tiempos modernos, continúan venerando a las monarquías como símbolo patrio; es más, nuestro “héroe” no se preocupa tanto por la homofobia, su familia inclusive parecería aceptar su preferencia sexual, especialmente su madre, la reina Kristina (Pernilla August, famosa en Hollywood por su rol como Shmi, madre de Anakin Skywalker en la saga Star Wars); aquí lo que verdaderamente importa es el compromiso del príncipe Wilhelm con su país y un trono que algún día ocupará y le exigirá descendientes que biológicamente no podrá producir en una relación homosexual.
Jóvenes Altezas consigue, alternando la modernidad y tradiciones clásicas de un país escandinavo, empatizar con problemas que cualquier miembro del “jetset” podría estar viviendo en este preciso instante, más allá de las trivialidades que nos muestran los medios de comunicación en sus secciones de farándula. Seis episodios fueron suficientes y el final, aunque desafortunado para los espectadores más cursis, fue satisfactorio y realista. Sin embargo, los fanáticos no perderán la esperanza de soñar con Wilhelm y Simon convertidos en una pareja feliz que incluso termine casándose y viviendo un cuento de hadas, aunque esto rompa con el encanto de la serie; en la vida real sabemos que algo así nunca ocurriría, por lo que el anuncio de una segunda temporada tan solo deja abierta una interrogante puntual:
¿Era necesaria la renovación de Jóvenes Altezas?
Temporadas: 1 (6 episodios)
Creadoras: Erika Calmeyer y Rojda Sekerzös
Duración por capítulo: 45 – 50 minutos
Transmisión: Netflix
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