Analizar esta serie erótica es profundizar en las realidades del matrimonio y dejar atrás la sumisión de la figura femenina
Si en una relación hay descuido de uno de sus miembros o de ambos, éste se manifiestará en diferentes formas: el sexo es uno de ellos. Y, Netflix explora este tema a través de Sexo/Vida, una serie que enfoca la relación de pareja basada en el apetito sexual.
¿De qué se trata? Míralo en el tráiler
https://www.youtube.com/watch?v=KcV_DVB42bs
Esta vez nos presenta una figura femenina hambrienta de deseo. ¡No es pecaminoso! Más bien tíldelo de raro o inverosímil porque -en la realidad- con la crianza de los hijos, (sobre todo, si uno de ellos es aún lactante), la sexualidad suele ser plato de segunda mesa. No obstante, el vaivén hormonal es tan particular como las personalidades; y, Billie, la protagonista, tiene una férrea, dispuesta a hacer explícito su deseo voraz.
No es que la mujer no pueda levantar su voz en este ámbito. Pero, para la mayoría, la lactancia aumenta los niveles de prolactina y disminuye los de estrógenos; esto significa que puede producirse disminución de la libido. Billie representa ese escaso porcentaje en donde la conducta sexual se aviva en esta etapa, inspirada en la ráfaga de recuerdos que la desestabilizan y adquieren protagonismo.
¿Por qué esta latente obsesión? Por la desatención de su esposo (Cooper), quien evoca un rol de perfección: esposo bonachón, padre esmerado, ejecutivo brillante, guapo, fornido. Y dicha figura se desmitifica cuando la complicidad se relega y solo se concentra en proporcionar estabilidad, canalizando su energía en las actividades laborales para escalar posición (lo vemos minimizar el deseo de su esposa -incluso por un partido de fútbol-).
“Aunque nada es eterno, todo lo que cuidamos dura más”
La frase retumba y su peso confirma su realidad. ¡Aplica para todo!; y, si tiene una relación, ¡enmárquela y colóquela en el lugar más visible para que ambos la aprendan!
Indiscutiblemente el cerebro es el máximo creador o destructor de deseo sexual. Y en este caso, Billie lo usa para recrear sus fantasías. A eso se suma la búsqueda de su ex (Brad), quien de manera tardía hace conciencia de que es la mujer con quien el término compatibilidad se conjuga con todo, incluso en lo sexual. La protagonista lucha entre la lógica (hogar estable y feliz) y sus necesidades para sentirse realizada: en primer lugar, el aspecto sexual; luego, la reinserción laboral y la recuperación de su espacio.
Las construcciones sociales son parte de la narrativa: monotonía ante una vida perfecta, un miembro bien dotado como signo de virilidad ante su competidor, invadir la privacidad para averiguar sentimientos en vez de establecer diálogos sinceros, la compañera de trabajo que espera una oportunidad y un matrimonio que se desestabiliza ante la falta de atención.
¿Qué hay de cierto en todo esto? Que el peso de un hogar debe ser compartido para evitar cansancios individuales, que la intimidad es un aspecto importante en una relación (el término: in-ti-mi-dad; es distinto a un simple desahogo sexual), que una mujer no solo debe ser madre y esposa para sentirse realizada y que su sensualidad se evoca aunque se vista con batas gigantescas. Que el pasado no ata si aprende a cerrar ciclos, aprendiendo a anteponer su bienestar. Que es válido buscar sentirse realizada y no es egoísmo si expresa sus necesidades.
Que cada miembro de la pareja necesita seguir cultivándose de manera individual, incluso como una forma de dispersarse de la monotonía; y, que esta palabra existe en cualquier relación si no aprende a cuidar y a valorar a quien tiene a su lado, porque uno cuida lo que valora.
Pero, todo eso ya lo proponen expertos en el tema con millones de “tips” que se ejecutarán a rajatabla para alcanzar la tan anhelada felicidad. Solo recordemos que todo será insuficiente o no aplicable si no aprendemos a comprender que para satisfacer los asuntos de pareja, hay que saciar -primero- los individuales, distintos entre sí porque cada quien es un mundo diferente.
Si cada decisión implica el peso de las acciones… entonces, el dilema no es por quién sino por qué ¿lógica o necesidad?
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