Desde su primera emisión en 2016, se sabía que Westworld, ficción inspirada en un clásico de 1973 y desarrollado por la mente visionaria del director Jonathan Nolan, no pretendía ser jamás la serie más popular de la televisión; sí, la más compleja, razón por la que su selecto grupo de espectadores celebran su emisión en HBO cada dos años, planteándose reflexiones sobre la humanidad y el poder avasallante de la tecnología.
Resumir a las tres temporadas es tarea complicada, tras el sinnúmero de situaciones experimentadas y personajes que han aparecido, desaparecido y reaparecido con igual intensidad: la primera entrega nos acercó al parque temático del consorcio Delos ambientado en el viejo oeste y financiado por el cruel empresario William Foster (Ed Harris), donde personas de alta condición socioeconómica se permitían abusar de robots que formaban parte de este con el interés de vivir experiencias inmersivas como enrumbarse en interminables aventuras, matar por doquier y tener sexo con cualquier “habitante” del pueblo ficticio. Los robots no sienten ni recuerdan nada, pero tres de ellos: Dolores Abernathy (Evan Rachel Wood), Bernard Lowe (Jeffrey Wright) y Maeve Millay (Thandiwe Newton) resultaron “defectuosos”, conocieron la sensibilidad y se rebelaron, alzándose en armas contra los humanos. La segunda temporada se concentra enteramente en esa batalla y en cómo los robots descubren formas para controlar a otros de su clase. Finalmente, la tercera tanda de episodios emitidos en 2020, tuvo mucho que ver con la conciencia de los robots una vez que han dejado atrás su esclavitud y conviven con personas de carne y hueso “en su mundo”, mientras tratan de hacerse responsables de su propio destino con la ayuda de atípicos humanos como el bonachón Caleb Nichols (Aaron Paul), un desmotivado obrero y ex veterano de guerra que tan solo busca redimirse en su vida.
Una vez superados los acontecimientos de la tercera temporada, la serie ha avanzado siete años en el futuro, y el destino de los protagonistas es incierto, pues sus vidas han tomado caminos distintos; el paso del tiempo ha cambiado tanto al mundo como a personajes que tratan de olvidar los horrores de su pasado, aunque sabemos que dicha estabilidad no durará por mucho tiempo, y todo gracias a la intervención de la versión robótica de la villana Charlotte Hale (Tessa Thompson), actualmente al mando de la corporación Delos.
Caleb ha contraído matrimonio y tiene una hija llamada Frankie, pero un trastorno de estrés postraumático no le proporciona la paz mental que tanto anhela, mientras que Maeve vive en una cabaña aislada, paranoica con cualquier amenaza a su seguridad. William, por su parte, es mantenido cautivo por un robot idéntico a él que ha asumido su rol manipulado por Charlotte, quien ahora busca financiamiento de gobiernos corruptos, carteles de droga o mediante inversionistas que confíen en la ideación de armas biológicas que puedan eventualmente controlar a todos los humanos como peones.
Por su parte, Dolores, la gran “revolucionaria” de las temporadas anteriores, ya no existe (aparentemente) en este entorno futurista. Sin embargo, su rostro está presente en la fachada de Christina, con una aburrida vida humana en un trabajo como redactora de videojuegos; acudiendo a citas amorosas sin sentido y viviendo con Maya, una compañera de cuarto que la motiva a salir y expandir su círculo social (interpretada por la reciente ganadora del Oscar Arianna DeBose) Internamente ella sabe que algo no está bien: posee una cierta motivación por marcar diferencia en un mundo tan “esquematizado” y estos, claramente, son solo los gritos de una conciencia oculta que busca el momento preciso para activarse. La temporada concluye revelando si este personaje es Dolores o un doppelgänger de ella en lo sublime (el paraíso de los robots); en esta oportunidad, sí se nos muestra directamente a los espectadores todos los horrendos recuerdos que ella ha albergado durante el largo tiempo que ha transcurrido, y sus deseos por reconstruir la misma narrativa en que los acontecimientos de la serie comenzaron, para, esta vez sí, tratar de hacer todo bien.
La temporada 4 arranca con el reencuentro entre Caleb y Maeve, quienes a pesar de todos sus esfuerzos por dejar el pasado atrás, se ven involuntariamente arrastrados a volver al ruedo una vez que se enteran que los falsos Charlotte y William han reabierto el parque con un nuevo concepto (La Edad de Oro en los años 20s) para revivir el terror. Caleb trata de explicar a su familia todo lo que ha vivido y cómo el sistema está liderado por fuerzas siniestras que, inclusive, cuentan con el respaldo de los gobiernos, pero su joven esposa no logra entender qué sucede; tan solo debe resignarse a ver a su marido huir con Maeve y ser partícipe de un ajuste de cuentas desde adentro, mientras buscan deshacerse de la sensación de miedo y delirios de persecución con los que han vivido tantos años, aunque están conscientes de que quizás nunca lo logren.
La nueva trama asienta sus bases en los engaños, y en cómo los mismos personajes ya no logran reconocer quién es un robot y quién, un ser humano. Los espectadores, en cambio, sí estamos al tanto de las identidades de cada personaje, lo que quizás sea un tanto decepcionante para los críticos más «refinados» y exigentes de televisión, pues la cuarta temporada de Westworld en contraste con las tres anteriores, optó por la simpleza, siendo mucho más fácil encontrar las respuestas a todo lo previamente planteado; con un cliffhanger que es el indicio de que, tras seis años de emisión, el final está cerca, pues las grandes preguntas filosófico-existenciales que fueron el núcleo emocional de la serie, han desaparecido por completo.
¿Crees que Westworld dejó atrás su complejidad porque está cerca de su final definitivo?
Temporadas: 4
Creadores: Jonathan Nolan y Lisa Joy
Duración por capítulo: 45 – 60 minutos
Transmisión: HBO
0 comentarios